viernes, 13 de noviembre de 2009

CARTA A LA ESCUELA


Tratemos en este momento de retroceder a un tiempo que no vivimos, pues imaginemos.

Una escuelita que recién empezaba, allá por el año 1884, muy chiquita, muy pobre, pero tan linda porque sería de ahí en adelante, nuestra.

Tal vez nuestros abuelos venían desde muy lejos a pie, a caballo o en carro, cruzando campos inundados por la lluvia, a veces con esos fríos de invierno que atraviesan tu cuerpo como si nada.

También en esos veranos que el sol va quemando tu cuerpo y tu cabeza, pero siempre con la inmensa alegría que allí en tu escuelita aprenderían a leer, a escribir, a conocer un poco ese mundo que tal vez no conoceríamos nunca y hoy estamos aquí nosotros.

Son muchísimos los sucesos que vivimos y de los cuales fuimos parte.

Está aquellos que nos hicieron jactar de nuestra felicidad, los que nos llenaron de tristeza, los que nos provocaron el llanto, los que nos marcaron sonrisas en nuestras caras, los que nos lastimaron, los que nos hicieron pensar en otros lugares, los que nos conectaron con otro mundo, los que nos abrieron la cabeza.

Sucesos que nos hicieron vivir, preocupar, sentir, como también hubo los que nos hicieron sufrir.

Los festejos no deben faltar nunca, de ninguna manera y la verdad, es que no deberían cortarse ni mucho menos terminarse, al contrario, es a través de estas cosas que debería iniciarse el festejo.

Puesto que las gotas comienzan a llenar el vaso y podemos darnos cuenta de que hay muchas gotas en todos lados que esperan ser parte de nosotros, de este grupo de personas que creen en que lo podemos lograr.

Que hay algo más allá de lo que nos pintan y de lo que nos muestran.

Si es la primera vez que venís a esta escuela, debés saber que en ella está todo el amor y la comprensión de quienes la integran.

En ella vas a conocer una parte de la otra cara de la belleza que es aprender no sólo a leer, a escribir, Sociales, Naturales o Matemática, sino a compartir alegrías y tristezas, a ayudar, y aquí es donde se aprende todo eso, cada detalle, cada aula creada con muchísimo amor porque todos ayudamos en sus fiestas, cada alumno, cada maestro, cada padre, para verla cada día mejor.

Por eso hay que cuidarla, quererla, porque en estas paredes quedarán guardados los mejores años de nuestros hijos, como así quedaron los de nuestros padres y así también los nuestro.

La escuela es un pedazo de nuestras historias, con sus maestros, profesores y directores y cuando seamos viejitos diremos… -Viste, esta es mi escuela, no será la más linda pero ahí adentro en sus paredes y esas aulas quedaron mis risas, mis lágrimas y los mejores años de mi vida.

Elida

Carta escrita por Élida Lapalma, abuela de alumnos de la EP Nº3.

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